La muerte de Heath Ledger en su apartamento a los 27 años el pasado 22 de Enero en extrañas circunstancias, desnudo y rodeado de pastillas, vuelve a traernos a la mente la muerte de James Dean con 24 años a bordo de su Porsche 550 Spider “the little bastard”(el pequeño bastardo), como a Dean le gustaba llamarlo; y por ende la relación que se establece entre éxito, mito o leyenda, como quiera llamársele, y muerte.
La muerte unida a la amargura de los personajes que interpretó Dean en tan solo tres películas o los últimos papeles de Ledger como cowboy homosexual y más recientemente el Joker de Batman.
La muerte de Ledger nos hace pensar en la oscuridad del destino e incluso hace que lo veamos ahora de un modo diferente, más aún al haber el actor teorizado sobre la muerte en una reciente entrevista aludiendo que no le importaría morir, lo que acrecienta la idea de posible suicidio en vez de accidente y nos envuelve a nosotros, espectadores, en una tragedia digna de un espectáculo. La vida convertida en espectáculo. El espectáculo devuelto en vida. Como si este trágico final no fuera sino la prolongación de ese oscuro personaje desfigurado con la sonrisa de payaso que ahora más que nunca todos estamos ansiosos de ver.
Publicado en el periódico online Invequa el día 20 de Noviembre de 2007 dentro de la sección cultura y ocio
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