El Caballero Oscuro

EL CABALLERO OSCURO

Apoyado en un guión excesivo lleno de irreguralidades que bien podría haberse comprimido en menos tiempo en lugar de hacer la película más larga de lo necesario, reiterando con los dialogos lo que ya se muestra en la imagen y eliminando toda posibilidad de crear una película aún mas oscura y abstracta si cabe, El Caballero Oscuro descansa gran parte de su atractivo en la elección de sus actores.

Las sencillas pero efectivas secuencias iniciales que representan el atraco a un banco resumen toda la película: un mundo de máscaras en el que nada es lo que parece ser a primera vista.

Y es que a lo largo de la película no para de cuestionarse el papel del héroe. Hasta el punto de que ni siquiera éste (Batman) llegue a creerselo, ya que ni siquiera la sociedad que protege lo acepta. Esto es sin lugar a dudas lo mejor de la película y en esencia lo que es Batman: un ser empeñado en luchar contra los criminales en una ciudad cuya ley no lo acepta por se él, como los criminales que persigue, un fuera de la ley. Pero ¿Puede la ley por si sola acabar con la injusticia? Como Harvey Dent dice en una escena de la película: “NO existe la justicia al margen de la ley”.

Esta es la idea que acerca a El Caballero Oscuro a películas como Harry el sucio de Don Siegel; donde el protagonista es alguien con un código moral ético que se salta las normas para hacer justicia. El número de películas con esta temática es innumerable y esta última entrega del señor de la noche a este respecto no le aporta nada si no es una mayor irrealidad en los acontecimientos narrados, hasta el punto de parecer una película metafórica porque ¿Cómo se explica si no el poder que tiene el Joker, mayor que el de todas las fuerzas del orden juntas e incluso que Batman, si no es como una posible metáfora de lo que es el mal, prefigurado en esa figura de payaso loco carente de toda humanidad y lógica que únicamente quiere el caos?

Desde este punto de vista y como contenido quizá nos encontremos ante la pelícua mas adulta del personaje de Bob Kane y quizá de cualquier película de superheroes. Una película con unas secuencias de acción trepidante (espectaculares las secuencias de Batman en la moto) nada realistas pero cuyos escenarios pretenden darle un aire de realidad, ya que la ciudad de Gothan creada por Christopher Nolan no es sino el Nueva York o Chicago contemporáneos, cuya arquitectura más recuerda a los rascacielos de grandes ventanales de Norman Foster que a las góticas clarabollas de las propuestas de Tim Burton. Y es que desde el punto de vista estético El Cabllero Oscuro es muy superior a su predecesora Batman Begin, aderezando la paleta de colores negros con los azules eléctricos provenientes de la iluminación de las ventanas de los edificios y los amarillos saturados y luminosos de las luces de la ciudad.

Reflejado en un guión excesivo lleno de irreguralidades que bien podría haberse comprimido en menos tiempo en lugar de hacer la película más larga de lo necesario, reiterando con los dialogos lo que ya se muestra en la imagen y eliminando toda posibilidad de crear una película aún mas oscura y abstracta si cabe, El Caballero Oscuro descansa gran parte de su atractivo en la elección de sus actores: Christian Bale, Gary Oldman, Morgan Freeman y Michael Cane muy correctos en sus respectivos papeles, como ya pasara en Batman Begins, potenciados ahora con la interpretacion de Headth Ledger, escondido todo el tiempo tras una inquientante máscara que no le deja ver el rostro y cuyo recuerdo de su muerte potencia la imagen que pudiera crear en el espectador.

Nos encontramos ante lo que sería la intelectualización de las llamadas películas de superheroes. un intento por parte de Christopher Nolan de crear una película de autor, como ya hicieran Frank Miller y Allan Moore en las rotundas obras maestras: Año uno y El regreso del Caballero nocturno del primero y La broma asesina del segundo. Obras en las que ya se inspirara Tim Burton para su primer Batman y que ahora vuelven a ser utilizadas para este último, pero como siempre sin conseguir la profunda carga dramática y formal que poseen las viñetas.

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