Guión La máquina de la tortura


SECUENCIA 1. DÍA. INTERIOR. PENITENCIARÍA.

Oficial:(mirando a la cámara) ¿Estas grabando? Perfecto. Es un aparato singular. Naturalmente siempre hay problemas pero espero que hoy no los haya.

Dentro de una habitación se encontraban cuatro personajes: un oficial, un periodista, una soldado y un condenado.

Periodista:(paseándose detrás del condenado y tras una pausa) ¿Estos uniformes no son demasiado pesados para este clima?

Oficial: (moviéndose) En efecto, pero para nosotros son símbolos de la patria. Nos ayuda a acordarnos de ella ¿No quiere sentarse?

Periodista: (siguiendo al oficial) Pero si no hay silla.

Oficial: (mirando al periodista) Es verdad. Siempre se me olvida pedir que traigan una. ¿Le ha explicado el comandante como funciona el aparato?

El periodista hace un ademán incierto

Oficial: (mirando al periodista) El aparato es obra del antiguo comandante. ¿No ha oído hablar de nuestro antiguo comandante? ¿No? Bueno, no exagero si le digo que toda la colonia penitenciaria es obra suya. Lástima que usted no haya conocido a nuestro comandante. Pero bueno… aquí está el aparato. Como ve consta de tres partes llamadas con un sobrenombre popular: la interior se llama la cama; la de arriba Diseñador; y esta de en medio, el Filo. ¿No quiere sentarse?

Periodista:(tapándose la mirada con la mano para no molestarle el sol) ¿El filo?

La soldado se había enrollado la cadena del condenado en torno de las muñecas; apoyado con una mano en el fusil, cabizbajo, no se preocupaba por nada de lo que ocurría.

Oficial: Es un aparato singular. Enfócalo con la cámara.
Voz del oficial:(la cámara enfoca al aparato) Sí, el Filo, un nombre muy adecuado. Fíjese como corta. Verá aquí en la cama se coloca al condenado boca abajo y naturalmente desnudo; con estas correas se le sujetan las manos, los pies y el cuello. Aquí en la cabecera de la cama, donde, como le dije el individuo es colocado boca abajo, se le coloca la mordaza. Tiene la finalidad de impedir que grite o se muerda la lengua, y naturalmente el hombre no la puede alejar de la boca del fieltro porque si no la correa del cuello le quebraría las vértebras.

Periodista: (mirando al oficial) ¿Cómo es la sentencia?

Oficial: (asombrado observando al periodista) ¿Tampoco sabe eso? Bueno de todos modos me alegro de que esté usted aquí. Nuestra sentencia no es especialmente severa. Consiste en grabar el delito sobre la piel del reo.

Periodista: (mirando al condenado) ¿Conoce él su sentencia?

Oficial: (mirando al periodista) No.

Periodista: (sorprendido, mirando al oficial) ¿No conoce su sentencia?

Oficial: (mirando al periodista) No.

Periodista:(mirando al condenado) Pero por lo menos, ¿sabe que ha sido condenado?

Oficial: (mirando al periodista y sonriendo) Tampoco.

Periodista:(pasándose la mano por la frente) No; entonces, ¿el individuo tampoco sabe como fue conducida su defensa?

Oficial: (mirando al periodista y luego apartando la mirada) No se le dio ninguna oportunidad de defenderse.

Periodista: (mirando al oficial) Pero debe de haber tenido alguna oportunidad de defenderse.

Oficial: (cogiendo al periodista por el brazo y señalando al condenado, del que la soldado tiraba de la cadena Le explicaré como se desarrolla el proceso. La culpa es siempre indudable.

SECUENCIA 2. EXTERIOR. CAMPO.

Voz del oficial: Ayer el capitán quiso comprobar si su criado cumplía su deber y lo encontró dormido en el suelo. Cogió la fusta y le cruzó la cara. En vez de levantarse y suplicar perdón, el individuo aferró a su superior por las piernas, lo sacudió y le gritó: ¡Arroja ese látigo, o te como vivo hijo puta! (Se ve a un hombre golpeando a otro con alevosía).

SECUENCIA 3. INTERIOR. PENITENCIARÍA

Oficial: (mirando al periodista) Éstas son las pruebas. ¿Está todo aclarado? Como ve usted la forma del filo corresponde a la forma del cuerpo humano. ¿Le resulta claro?

Periodista: (sumido en sus pensamientos) ¿El comandante asistirá a la ejecución?

Oficial: (dolorido) No es seguro. Por eso mismo debemos darnos prisa. En consecuencia, aunque lo siento muchísimo, me veré obligado a simplificar la explicación. Reduzcámonos entonces a lo más indispensable. En la cama se coloca al condenado boca abajo; con estas correas se le sujetan las manos, los pies y el cuello. Aquí en la cabecera de la cama, se le coloca la mordaza. Consiste en grabar el delito sobre la piel del reo. ¿Comprende el funcionamiento?

La cámara enfoca al condenado, que mira la máquina sin comprender.

Oficial:(después de dar la señal) ¡tienes algo que decir antes de recibir tu castigo por tu culpa!

La cámara vuelve a enfocar al condenado, que sin decir nada y con una cara de no saber que está pasando mira al suelo. La soldado se acerca y le abre la camisa.
Los dos salen de plano y la cámara les sigue tambaleándose hasta que se ve como pone al condenado bajo la máquina. Le quita las cadenas y le pone las correas. Descienden el filo hasta rozarlo, estremeciéndose el cuerpo al contacto. La correa destinada a la mano izquierda se rompe.

Oficial: (acercándose al periodista con la correa rota) Esta máquina es muy compleja; a cada momento se rompe o se descompone alguna cosa; pero uno no debe permitir que estas circunstancias influyan en el juicio del conjunto. Los recursos destinados a la conservación de la máquina son ahora sumamente reducidos. Cuando estaba el antiguo comandante yo tenía a mi disposición una suma de dinero con esa única finalidad. ¡Todo esto es culpa del nuevo comandante! Verá, este procedimiento judicial y este método de castigo no goza actualmente de ningún partidario. Soy su único sostenedor y al mismo tiempo el único sostenedor de la tradición del antiguo comandante. En realidad si hay partidarios, lo que ocurre es que no lo confiesan. Y ahora le pregunto ¿le parece bien que por culpa del nuevo comandante y sus señoras, que influyen sobre él, semejante obra de toda una vida (señala la máquina) desaparezca? ¿Podemos permitirlo?

El periodista inquieto mira hacia la lejanía

Oficial: (cogiendo las manos del periodista) ¿Se da cuenta? Tiene que ayudarme. Dígale al nuevo comandante lo que piensa. Dígale que está de acuerdo con la máquina. ¡Hágalo por volver a ver a las multitudes apiñadas viendo como muere el maldito! ¡Hágalo por los viejos tiempos! (luego mira a la cámara).

Periodista: (sonriendo) Usted exagera mi influencia. El comandante bien sabe que no soy ningún entendido en procedimientos judiciales.

Oficial: (meneando la cabeza para ver al condenado y al soldado) Usted no conoce al comandante. Verá tengo un plan. Mañana en la asamblea que dará el nuevo comandante y a la que usted de seguro lo invitarán, yo sacaré el tema de la ejecución y el comandante como siempre me dará las gracias y dirá “Acaban de anunciar –más o menos así dirá- que ha tenido lugar la ejecución… ¿no convendría preguntar a nuestro honorable investigador?…” ¿me sigue? Cuando el nuevo comandante se dirija a usted entonces sólo diga lo que piensa. A pleno pulmón. Diga su opinión. Bueno, si no quiere gritar no grite, con su opinión bastará. Este es mi plan ¿qué le parece? ¡Pero debe ayudarme! ¡Por Dios se lo pido! (abraza al explorador).

Periodista: (convencido, mirando al oficial) No.

El oficial parpadea varias veces sin desviar la mirada.

Periodista: (mirando al oficial) Desapruebo este procedimiento. Aún desde antes de que me dijera esto. Aunque debo decirle que me ha conmovido mucho.

Oficial: (volviéndose para mirar la máquina): Así que el procedimiento no le convence (sonríe). Entonces llegó el momento (mira al explorador).

Periodista: (inquieto) ¿Qué momento?

Oficial: (mirando al condenado) Eres libre.

El condenado perplejo y contento al mismo tiempo. El soldado lo desata.

Oficial: (enseñando al periodista un papel que tiene en la mano) Lea esto.

Periodista: (mirando lo que le proponía el oficial) No puedo.

Oficial: (insistiendo) Se justo, dice.

El oficial mete el papel en la máquina y cambia algunos engranajes de ésta. Luego comienza a desabotonarse el uniforme (la cámara lo enfoca mientras lo hace). El condenado (sonriendo) y el soldado miran al oficial.
El condenado le hace una señal a la soldado para que le ponga las correas. La soldado se acerca al oficial y le pone dichas correas. La máquina se pone en marcha. La cámara se aparta para no contemplar la escena.
El periodista mira la escena y luego al condenado y la soldado que también la contemplaban (las piernas de estos se ven en la cámara).
Todo lo que no se ve pero se oye: La cama vibra y las agujas bailan sobre la piel. El filo no escribe sólo pincha y la cama levanta el cuerpo hasta las agujas. La cámara enfoca al condenado que lo contempla todo encantado. El periodista hace un ademán para evitar la matanza cuando ve que el filo se eleva hacia un costado con el cuerpo atravesado en ella. La sangre chorrea por un montón de heridas. El cuerpo no se desprende de las agujas, manando sangre pende sobre el suelo sin caer (sólo se ve la expresión en el rostro de este).

Periodista: (a la soldado y el condenado) ¡Ayudadme!

Ni el soldado ni el condenado se mueven de donde están.
En ese momento casi contra su voluntad ve el explorador el rostro del cadáver, en el cual no había ninguna señal de la prometida redención; lo que todos los demás habían hallado en la máquina, el oficial no lo había hallado; tenía los labios apretado, los ojos abiertos, con la misma expresión de siempre, la mirada tranquila y convencida, y atravesada en el medio de la frente la punta de la aguja de hierro.

Basado en La condena de Frank Kafka